La intimidad online
- emonocion
- 26 sept 2021
- 3 Min. de lectura

En un artículo de Huck Magazine (The Powerful IRL effects of online intimacy), se lee:
"En el mundo digital, para tocar a alguien, para cambiar su cuerpo, su mente, la forma en que experimenta el mundo, no hace falta tener que tocarlo en absoluto".
Pasa a mencionarse cómo, ante la falta de contacto físico, las relaciones online suelen ser vistas como menos que aquellas que no son así. Menos serias, menos reales. Y es que las relaciones sí son profundamente físicas: porque tienen lugar dentro de nuestros cuerpos.
¿Pero no sentimos nada cuando recibimos un mensaje de esa persona, cuando hacemos una videollamada para charlar, escuchar música juntos estando en dos barrios, ciudades, o países distintos? ¿Y cuando estamos enviando un audio, o escuchando el suyo? ¿O en una partida con amigos? ¿Qué buscamos (sentir y hacer sentir) cuando subimos esa historia a nuestros mejores amigos en Instagram o Snapchat (¿se acuerdan de Snapchat?)?
Ver una foto, un video, escuchar su voz, su llanto, su bronca, ¿no despierta todo esto sensaciones dentro de nosotros?
Como dice el artículo, el problema no es la internet: sino la forma en que funcionan las relaciones. Y resulta evidente cómo nuestras vidas offline también se arraigan a lo digital (si me contestó, si se conectó, si vio mi historia pero no reaccionó, a qué le dio me gusta, a quién comenzó a seguir, y otras cuestiones que vimos en nuestro primer post en IG: Emociones en la era digital).
Con intimidad no hablamos solamente del sexting. El concepto de intimidad abarca muchísimo más. Según el estudio “Online intimacy and well-being in the digital age” publicado en Internet Interventions: Intimidad comúnmente se relaciona con una serie de conceptos comparables como el amor, la cercanía, la autorrevelación, el apoyo, la vinculación, el apego y la sexualidad.
La intimidad puede definirse como un intercambio diádico que implica compartir lo personal y lo privado. Puede realizarse en el contexto de interacciones y relaciones íntimas que abarcan la comunicación verbal y no verbal, así como la experiencia conductual, física, emocional y cognitiva compartida.
Por supuesto, algunos estarán leyendo esto y dirán: bueno pero no es lo mismo. ¡Y obvio que no! Pero no solo la pandemia, sino también los avances en la tecnología modificaron muchísimo las formas en que nos relacionamos o buscamos relacionarnos (algunos incluso prefiriendo, hoy, las modalidades virtuales).
La inmersión de la experiencia en línea imita cada vez más algunos aspectos de esta proximidad física. En el uso de avatares 3D, por ejemplo, o en el Oculus VR en su momento y tantos otros programas de realidad virtual que van saliendo, percibimos de manera visual y auditiva, y se encarna una presencia “palpable” de otra persona, o el escenario completo.
Todo esto tiene un efecto en nosotros: en los extrovertidos, introvertidos, los tímidos, los que se lanzan, los que quieren probar cosas nuevas o no tienen otra opción (como en los casos de las relaciones a distancia).
Pero es importante señalar que no estamos distinguiendo la intimidad en línea de la intimidad convencional, offline. La intimidad no difiere en estas dos formas de comunicación (cara a cara o en línea), no mucho al menos y en especial últimamente para el usuario. Buscamos compartir. Compartir lo personal y lo privado y hoy, esto se logra desde ambos lados de la pantalla.
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